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Res, non verba.

Llega un momento en el que las palabras no son capaces de traspasar los muros que a veces se levantan en el corazón. Quizá hemos explicado tanto, tantas veces de una forma tan desgarrada lo que sentimos que llega un punto en el cual las palabras se transforman en simples sonidos despojados de significado y confieso que te oigo, pero no te escucho y te entiendo pero no sé qué quieres decir.
Por ejemplo, hablar de amor es tan sencillo, tan cotidiano que en ciertos momentos me cuesta descifrar si de verdad estamos hablando de la grandeza del sentimiento o simplemente estamos invocando una entidad desgastada por la erosión del uso indiscriminado de la cotidianeidad. No necesito escuchar cuánto me aman, cuántas personas, sino sentir ese amor dondequiera que esté yo, dondequiera que estén esas personas. Como dice mi abuela "Obras son amores y no buenas razones".

Las palabras pueden funcionar como un bálsamo, en un determinado momento, pero sólo los hechos nos traspasan, nos llenan de gozo y nos colman de alegría, amor, vida auténtica.
Las palabras, como estrellas, perduran más, otras menos, algunas incluso se apagan. De pronto alguna gran estrella fugaz ilumina el firmamento durante un  instante fugaz que nos llena de emoción.
Nuestros hechos son el Sol que siempre está ahí, generando vida. Son verdades que fotografían nuestro alma. Lo único que perdura.

"Mira a las estrellas pero no olvides encender la lumbre en el hogar."
Proverbio alemán

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