A veces nos
concedemos mucha más importancia que la que deberíamos, ¿no crees?
Si bien es
cierto que lo más importante para uno mismo es precisamente ser uno mismo, hemos
de tener cuidado con exagerar nuestro ego de forma que necesitemos imponernos
sistemáticamente frente a los demás o ser siempre el centro de atención, puesto
que cuando uno no mira más que por sí mismo inevitablemente termina por
desvalorizar a los demás (que anecdóticamente pueden necesitar un poco de
atención).
Cuando
necesitamos reafirmarnos constantemente y llevar afuera la prueba de lo que
somos seguramente es que algo no anda bien ubicado dentro. Y no hay que tomar
esto como un reproche, sino como una llamada de atención, una puerta que nos
invita a explorar lo que subyace ofreciéndonos la oportunidad de encontrar los
tesoros ocultos de esas cuevas oscuras. Como el hilo de Ariadna, sólo tenemos
que sostenerlo y caminar para salir del laberinto. Siempre y cuando estemos
dispuestos a adentrarnos en él. Siempre y cuando estemos dispuestos a recorrer
su totalidad.
Atención, no
quedes atrapado en ti mismo sin ser capaz de empatizar, sin tener la
delicadeza, la bondad de colocarte, aunque sea por un instante, en el lugar de
enfrente. Esto no va a hacer que tu voluntad se diluya, que pierdas valor o
fuerza. Ser capaz de tomar perspectiva de ti mismo puede ayudarte a crecer. Ver
cómo te ves desde fuera también es importante. Puede que haya cosas que no
estés mostrando como querrías, como crees, o más aún, como eres en realidad. O
puede que las muestres de una forma que hiera. Y quizá te apetezca cambiar. No
porque nadie te lo exija, sino porque tú mismo lo elijas.
Sé libre.
Incluso de ti.
“Los árboles
que no se doblan con el viento, se parten.” Begoña
Comentarios
Publicar un comentario