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En memoria de dos grandes maestros


Hoy es un día muy especial para mí, quiero compartir una experiencia íntima con los lectores del blog.

Hasta hace un año aún no había tenido que despedirme de ninguna de las personas a las que amo, hasta que en dos días, el 21 y el 22 de Septiembre, perdí a dos grandes maestros.


Mi abuelo, siempre fue mi gran padre, ese que te da todos los caprichos, el que te hace cosquillas, el que te saca la sonrisa, el que se preocupa si comes poco, el que da consejos, lecciones de vida, te lleva a la playa, te enseña a conducir... Mi conexión con mi niña interior, una fuente de amor inagotable,mi protección, un refugio al que acudir si la vida se ponía gris. Se fue después de luchar. De sufrir. De decaer. Pero tan generoso como siempre me dejo una de las lecciones más potentes que he aprhendido: aceptar la marcha de aquellos que no soportan más la crudeza del mundo.
Pude ver que a través de sus ojos que antes de partir la vida nos brinda un viaje interior, depurando esas cosas que "creemos" haber hecho mal para poder marchar en paz.
Creo que cuando nosotros pensamos que "se les ha ido la cabeza", ellos en su interior están lúcidos, haciendo las paces con sus demonios interiores, reviviendo situaciones pasadas ofreciéndonos la oportunidad de perdonar y de ser perdonados.
Y así se fue él, después de haber sido El Ermitaño, habiéndose reinventado interiormente y finalmente encontrando su Luz.


Y ella. Otra gran maestra, una mujer cuyo rostro reflejaba la vida, infinitamente bella, hermosa, pese a que sufría una de las enfermedades más crueles, cáncer, otro viaje interior feroz. No tenía miedo. Era el vivo ejemplo de la FE más grande y el Amor. De una profunda espiritualidad, tenía la certeza de Cristo en su pecho. Me cogía de la mano, y sin mirar hablaba. Era preciosa. Todo corazón, un inmenso corazón. Su mirada era cristalina, limpia. No parecía haber vivido en este mundo, conservaba la inocencia y la bondad de un niño. Era la esencia pura de la entrega, de una vida de amar a su familia, era madre, esposa, hermana, tía, abuela...todos la adorabamos.
Admiro la forma en la que se fue: SONRIENDO.

Doy gracias a Dios por haber compartido mi vida con dos seres como vosotros.
Os quiero. Os llevo siempre conmigo.



 

"Lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos."
Helen Keller

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