"En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche viene una aurora sonriente."
Existe un momento en el que todo cae a nuestros pies, la Vida, el Cosmos o el mismo Dios nos dan un tiempo "sutil" para que nos coloquemos allá donde debemos estar, haciendo lo que tenemos que hacer, no como imposición en contra de nuestra voluntad, sino manifestando nuestra propia esencia de forma atronadora, imparable, rotunda.
Llega un punto en el que las excusas no sirven, no existe un más tarde, no se nos ofrece el mapa...el tiempo de la interrogación, de estar parados, dubitativos, se evapora. No hay más espacio para mirar a otro lado.
Como la madre amorosa que despierta a su hijo para ir a la escuela, comienza susurrando al oído, meciendo suavemente a su pequeño, pero si su sueño se prolonga, si se hace tarde, de la misma forma amorosa agita más fuerte hasta que despierta.
La acción llega, como una parte más de el proceso. Dependiendo de la resistencia que opongamos de forma más violenta o más liviana, pero siempre inexorable.
Es momento de no ofrecer más resistencias, de acudir a nuestra sabiduría interna, de consultar nuestros registros, desde una mirada interior que abarque (esta vez si, esta vez de verdad) el horizonte. De una entrega dichosa. De la fe más profunda.
Camina sin miedo. Ahora sí, ya vas. Aunque tu mente no sepa a dónde. Ese es el camino.
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