Porque a veces es importante que reflexionemos sobre si nuestras decisiones son auténticas o están condicionadas, bien por algo externo, bien por nosotros mismos. Decidir desde el corazón, no desde la mente. Sin ruido, sin interferencias.
Puede que alguien nos haya dañado, alguien a quien amemos profundamente, con todo nuestro corazón, siendo plenamente conscientes del amor que sentimos por esta persona; y puede que después haya pasado esa situación de fractura, dolor, nos sintamos lejos, incapaces de abrirnos al reencuentro, aunque sea nuestro mayor anhelo.
En principio parece una contradicción haber deseado el encuentro con todas nuestras ganas y una vez se brinda nos encontremos congelados, reacios, muy lejanos. Después de vivir una ausencia, cuando llega el momento de encuentro que tanto hemos esperado, puede que también lleguen las dudas y la culpa. Culpabilidad por no abrirnos rápidamente, sin freno, sin reservas, por sentir que después de todo ahora somos nosotros mismos el problema para el encuentro. Culpabilidad por no disfrutar esa situación tanto como la habíamos soñado tantas y tantas veces.
No es sólo cuestión de desapegarnos del dolor, olvidar si tenemos razón o no, perdonar... Es también fe, puede que apertura, confianza. Pero es sobretodo autenticidad.
Preguntarnos qué es lo que queremos con el corazón.
No quedarse con las sombras de los demás. No hacer lo que nos ha dañado... Al margen de esas voces que nos gritan que ahora es el momento de hacer ver a la otra persona, qué tal se siente esa situación del otro lado. (Eso no sería justicia, estaría mucho más cerca de ser venganza y la venganza tiene intrínseca tintes muy oscuros).
"El corazón tiene razones que la razón ignora."
Blaise Pascal
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