¿Cómo nos relacionamos con el
dolor? A veces cuando algo nos hiere huimos (consciente o inconscientemente) de
ese sentimiento, resistiéndonos a transitar el sendero que nos devolvería a
nuestro camino.
Cuando nuestro corazón se resiste a aceptar, crea un espacio
que se llena inevitablemente con aquello que estamos intentando bordear; en
cambio cuando somos capaces de acoger en nuestro corazón el dolor, no sólo se produce
el milagro de la liberación, sino que también tiene lugar la alquimia del alma,
el dolor se ilumina y se transforma en luz en nuestro corazón.
No por no mirar una herida
significa que esta no esté ahí. En cambio lo que si podría pasar fruto de
ignorarla, es que se infectase o que tardara mucho más en curar que si le procurásemos
los cuidados y atención necesarios para su sanación. Siendo capaces de reconocer y ACOGER
nuestros dolores también nos estamos garantizando que nuestras heridas puedan
convertirse en cicatrices bien cerradas, estamos dando el primer paso en la curación. Nos estamos dando también un espacio de reconocimiento y conexión con lo que verdaderamente somos, con nuestro sentir más profundo.

A la misma vez que
llega su luz, la esferas cambian incluso la atmósfera, la tierra. Ella habla de romper las estructuras que erigimos alrededor del corazón, fragmenta
lo no natural en nosotros buscando la conexión con nuestro corazón, con lo esencial.
A veces es necesario transitar el
dolor, NO EL SUFRIMIENTO, (para mí precisamente el sufrimiento es la resistencia
a contactar con el dolor), en el eterno dar vueltas para no elegir ese camino,
sin querer lo convertimos en nuestro punto cardinal, nuestro
kilómetro cero. El sendero del dolor también tiene un final. Y lo más importante: un mensaje para tu vida.
Cuando sientas dolor, escucha.
Déjate abrazar y exprésate contigo mismo, con tus seres queridos. Desnúdate con sinceridad y reconoce qué está pasando, averigua cuál es el propósito de ese tránsito. Libera tus lágrimas. Apapachate,
deja que te apapachen. Entrégate al proceso.
Si no mueres, ¿cómo podrías volver a
la vida?
Os dejo también una imagen que a mí me hizo reflexionar, que no he olvidado desde que la ví hace unos años y que viene muy en consonancia con reconocer y amar también nuestras heridas. Cubramoslas con materiales preciosos, ellas son nuestra historia, el mapa de cómo hemos llegado hasta aquí, lo que hemos sido capaces de hacer por nuestros sueños, por nuestras convicciones...
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